En los años 40-50 del siglo anterior John Bowlby definió y explicó la importancia del vínculo para el desarrollo óptimo de los niños. Demostró la forma en la que una relación positiva y segura de los padres con sus hijos ayuda a estos a crecer psicológicamente de forma adecuada. Un buen vínculo siempre es sinónimo de una vida adulta más equilibrada y estable, mientras que un vínculo inestable e inseguro, especialmente si es negativo, puede conducir a problemas psicológicos importantes, e incluso a trastornos serios de personalidad. A finales de este siglo se demostró que no sólo los padres son importantes figuras de vínculo, también lo pueden ser otros familiares, e incluso amigos, maestros, etc.
En la sociedad actual la situación del cuidado y atención de los hijos ha cambiado de forma muy importante, y lo ha hecho por múltiples causas. La crisis económica, junto a las condiciones laborales cada vez más exigentes, impide que los padres puedan dedicar el tiempo que les gustaría a la atención de sus hijos. Asimismo, las generaciones más jóvenes que tienen hijos actualmente demandan un tiempo propio para desarrollarse como individuos, más allá de su papel como padres. La estructura de las familias también se ha transformado de forma importante. Por estos motivos, y por otros que no hay tiempo de mencionar, los padres cada vez disponen de menos tiempo para relacionarse con sus hijos.
En cambio, los cambios sociales y también médico-biológicos han conseguido que en estos momentos las personas mayores (los abuelos) cada vez vivan más tiempo, y lo hagan con mayor calidad de vida. Los años en los que el sujeto mayor ya no trabaja, y tiene más tiempo para dedicarse a lo que quiera, han aumentado de forma considerable, y lo siguen haciendo cada década. Es lo que se denomina tener “una vejez activa y saludable”. Estos dos hechos, el menor tiempo disponible que los padres tienen y el mayor del que disponen los mayores, han conducido a que estos últimos pasen cada vez más horas con sus nietos. Actualmente el rol de los mayores es fundamental para la educación y desarrollo de los niños, completando de forma sustancial el vínculo que los padres ofrecen a sus hijos. Así los abuelos han ganado presencia en la vida de sus nietos y por eso importancia, y la han ganado como educadores, pero también como transmisores de los conocimientos acumulados en la propia familia.
Los estudios muestran que los vínculos de los abuelos con sus nietos son muy fuertes y satisfactorios. Les aportan en general un vínculo seguro y estable ayudándoles a construir una identidad y personalidad equilibrada que les permite tener un mejor concepto y estima de sí mismos. Los abuelos también enseñan a los nietos buenos modelos de relación y socialización, pues con ellos aprenden a estar con otras personas fuera de su hogar parental. También les dan seguridad, los acompañan en la escuela, o al médico, o los enseñan a leer, a jugar, a conocer la ciudad, al cine, a disfrutar de las aficiones que los niños tienen, y cada vez más los ayudan con los propios estudios, etc.
Pero al mismo tiempo los abuelos también resultan muy beneficiados por esta relación. La estima, el afecto, el amor que vuelcan en sus nietos, y especialmente lo que ellos les devuelven, les permiten también sentirse útiles, mejorando su autoestima y su auto-concepto, pues su rol en la familia todavía es importante y se sienten todavía activos. Todo ello contribuye a crear este sentimiento de “envejecer activamente” y también al que Erikson denominó “generatividad”, que es la capacidad de continuar “generando” en la vejez, en la jubilación. Así existe una simbiosis fundamental entre abuelos y nietos que los impulsa hacia una mejor calidad de vida a los dos.
Así, esta relación se podría resumir diciendo que se trata de un beneficio mutuo lo que se obtiene en este intercambio, en este vínculo. Nietos y abuelos se ven reforzados y afirmados en la construcción de su desarrollo personal. Pero, no hay que caer en el error, que sucede a menudo, que los abuelos pierdan por ello su parte de vida personal propia, deben poder seguir disfrutando de sus aficiones, de sus momentos propios. En toda relación de vínculo es muy fácil perderse en el otro, y esto nunca debe suceder. Hay que tener tiempo para los demás y también para uno mismo. Por eso los padres no deben abusar nunca de los abuelos en este asunto, y deben estar siempre agradecidos a ellos por este fantástico vínculo que mantienen con sus nietos. Lo que a menudo se olvida.
Consejos:
– Verbalizar a nuestros hijos las funciones de cuidado y estima que les aportan los abuelos. Nuestros hijos deben ser conscientes de que la ayuda que hacen los abuelos hacia ellos es un privilegio y, por tanto, deben ser agradecidos para con ellos.
– No debemos esperar, como padres, que los abuelos actúen como nuestros sustitutos. Ellos tienen una función de cuidado y atención, pero la educación no debe recaer en ellos, sino en nosotros.
– Facilitar la tarea de los abuelos y no saturarlos, es una manera de devolver ese cuidado que ellos hacen con nuestros hijos. Respetar sus espacios, sus intereses y liberarlos a nivel temporal de la obligatoriedad de tener a sus nietos, es esencial para la fluidez de la relación.
– Cuidar la relación más allá de la obligación hacia los nietos, devolviendo la atención, ayuda y afecto que les aportan a nuestros hijos.
– Tener nosotros como padres, cuidado de nuestros propios padres, es la forma más adecuada de transmitir a nuestros hijos la importancia del vínculo.
Recomendación:
Película: Nuestro último verano en Escocia.
Helena Alvarado. Psicóloga sanitaria y profesora asociada de la UIB
Pep Pérez Castelló. Doctor en psicología y profesor titular de la UIB