Más allá de los modelos parentales que priorizan la crianza por encima de cualquier aspecto vital, es importante reivindicar el papel de las madres y de los padres dentro de una realidad muchas veces exigente y poco valorada, donde la renuncia, el sacrificio, el cuidado de los demás es socialmente admisible, y dónde, cualquier variación se considera poco acertada e incluso errónea.
Por tanto, y para tener mejor y más cuidado de nuestros hijos, darnos valor es el primer paso para que los demás nos lo den, porque nadie nos pondrá en el lugar merecido si siempre estamos disponibles. Por otra parte, que bueno educar con el ejemplo, y aplicar en nosotros mismos los valores y necesidades que queremos inculcar a nuestros hijos e hijas. Antes de ser padres hemos sido individuos y debemos cuidar de nosotros mismos. Somos por tanto, responsables de nuestra salud no sólo física sino también mental.
Aquí tiene 10 tips para cuidarse para cuidar:
Validar nuestras emociones. Para poder disfrutar de nosotros mismos debemos tener conciencia de cómo estamos, y de actuar en consecuencia para volver a nuestro equilibrio personal, ser tolerantes hacia lo que sentimos y pensar en que podemos hacer para volver a estar bien.
Estar presentes aquí y ahora. La presencia es un aspecto muy etéreo, fácilmente vulnerado, sobre todo en los tiempos complicados que nos toca vivir. Por eso practicarla voluntariamente ayudará a controlar nuestro pensamiento y tener mayor bienestar. Disfrutar de los momentos cotidianos y de la compañía de las personas de las que estamos vinculados con plenitud, sin distractores externos, es uno de los motores de la tan deseada felicidad y un gran aprendizaje para todos los miembros de la familia.
Compartir tiempo con las personas que nos llenan. Si tenemos claro que la vida social de nuestros hijos es importante, no debemos olvidarnos de la propia. Compartir tiempo con aquellas personas que nos nutren es esencial para nuestro equilibrio emocional. No pospongas un café o una escapada, y establece un equilibrio entre dar y recibir, un intercambio sano que nos desarrolla y nos hace avanzar.
Escuchar nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo habla, ya veces fuerte. Existen multitud de respuestas somáticas que crea nuestro cuerpo para dar cabida a lo que nos duele emocionalmente y que no hemos externalizado a través de la comunicación. Estar conectados con él hará que podamos detectar estos desequilibrios emocionales y aprendamos a cuidarnos.
Hacer lo que nos da bienestar. Así como los estados depresivos provocan que dejemos de hacer lo que nos genera bienestar, renunciar a estos momentos también desencadenará una bajada anímica. Piensa en lo que te hace disfrutar y te pone las pilas, organiza el tiempo y hazlo. Deporte, cultura, aficiones deben estar dentro de nuestras obligaciones semanales para equilibrarnos física y mentalmente.
Ir a sitios que nos hacen sentir bien. Escaparnos a aquellos lugares que nos conectan con la naturaleza, con recuerdos agradables, a vivencias positivas es una forma también de cuidar de nosotros mismos. Compartir estos sitios y las vivencias que hemos vivido con nuestros hijos, también es conectarlos con su historia.
Celebrar pequeños y grandes pasos. Estar presentes también significa agradecer y celebrar lo que conseguimos, dando importancia a los propios esfuerzos, situamos en un lugar de privilegio un evento que debemos honrar, un cumpleaños, un hito, un avance mínimo o importante.
Reconocer nuestra vulnerabilidad. No somos perfectos y por tanto, es importante reconocer aquello de lo que no somos capaces. Esta idea de ser humilde favorecerá que nuestros hijos también puedan expresar con mayor facilidad los errores. Reconocer las debilidades nos hace (y les hace) más fuertes para la vida.
Comunicarnos bien. Cada uno de nosotros tenemos una percepción de la distinta realidad, en función de aspectos cognitivos, del lenguaje interno y de las experiencias vividas. Expresar cómo adultos nuestras necesidades y empatizar con las de los demás (pareja, hijos, amigos) es esencial pero comunicarnos sanamente dentro y fuera de la familia.
Cuidar a la jerarquía. Antes de ser padres, nosotros también hemos sido hijos. Honrar a los propios padres, cuidar de ellos e implicar a nuestros hijos en ese amor incondicional proporciona bienestar a todos los miembros que formamos el sistema. También hemos sido pareja antes de padres. En muchos casos se dedica más energía a ser padres que a ser pareja, aspecto que desequilibra la relación. Aunque nuestro hijo tenga más cuidados, es importante que sienta que la unidad entre la pareja es fuerte.
El bienestar de nuestros hijos depende de que nosotros estemos bien.