GESTIÓN EMOCIONAL EN LA INFANCIA
María (nombre ficticio) acude a consulta demandando que ayude a su hijo a gestionar sus emociones. Juan de 9 años es muy nervioso, apenas duerme y se muerde las uñas hasta dejarse los dedos en carne viva. Su comportamiento es desafiante, siempre quiere tener la última palabra y no tolera el “no”. La madre indica como estresores previos la separación y divorcio con su padre hace un año y un alejamiento progresivo de este hacia sus hijos (Juan y su hermano) sin justificación lógica. Juan nunca fue un niño “fácil” pero desde hace dos años (que coincide con el inicio de la grave crisis de pareja) su conducta ha empeorado cada vez más. Ella no sabe cómo ayudarlo, y no soporta su enfado, que descarga con ella. De hecho, siente que la castiga, buscando con ella continuamente el conflicto, consiguiendo que ella pierda los papeles y dejándola sin fuerzas y angustiada.
El duelo infantil
Las pérdidas en la infancia son múltiples y de diversa envergadura. Un cambio de escuela, la separación de unos padres, la pérdida de su casa de origen o la muerte de un familiar puede dar pie a síntomas desadaptativos tanto emocionales como de conducta. Los problemas de comportamiento muchas veces son frutos de emociones mal expresadas, que desencadenan un empeoramiento en la comunicación padres-hijos. Como padres pretendemos que nuestros hijos pasen inalterables por situaciones vivenciales traumáticas. María me explicó que ella recibió tratamiento durante un año por crisis de ansiedad a raíz de los problemas de pareja, pero de manera inconsciente no acepta que Juan esté tan enfadado.
Cuando Juan entra en consulta, ya a solas, le pregunto si sabe quién soy y me dice “eres Helena, la que ayuda a los padres separados”. Está claro que sabe qué quiere trabajar. A través de técnicas terapéuticas, Juan plasma la necesidad de que sus padres vuelvan a estar juntos, que las cosas sean como antes. Me explica que lo que siente es una profunda tristeza por no ver a su padre, y que por eso siempre tiene tanta rabia. Nardone, en el libro “Las caras de la depresión” explica que hay tres tipologías de esta: los que están decepcionados consigo mismos, los decepcionado con los demás y los decepcionados con el mundo”. Juan es de estos últimos, está enfadado con la vida y es imposible que aprenda a regular las emociones si no le permitimos que vacíe y canalice ese malestar de manera adaptativa. Pero necesita pasar por él.
La intención positiva
Es importante hacerle ver al niño que su comportamiento no tiene un sentido negativo, sino positivo, porque le permite expresar el malestar que le ha generado la situación, a pesar de que a veces, produzca efectos negativos empeorando las cosas en casa. Por tanto, le explico que a partir de ese momento vamos a ayudarle a expresar esa emoción de una forma que no produzca consecuencias contraproducentes, y que los mayores, dejarán de enfadarse con él por expresar sus sentimientos atendiendo a su necesidad.
Los niños precisan sentirse entendidos ante el fallo de regulación de las emociones. Al no ser una cuestión voluntaria sino espontánea, el hecho de reprobarles o castigarles por ello hacen que se sientan no aceptados y abre una brecha comunicacional profunda entre padres e hijos. Debemos como padres dejarles la responsabilidad de su emoción y nosotros centrarnos en la nuestra, buscando un objetivo propio que no sea el controlar la emoción de nuestros hijos. SI no hacemos eso, nunca podrán ganar autocontrol. Hemos de cambiar, por tanto, nuestro objetivo, pasando de “quiero que no se enfade” que sería un objetivo que le corresponde al niño, a “quiero controlarme a pesar de que él se enfade”.
El rincón del enfado
El rincón del enfado es un recurso terapéutico que permite canalizar la emoción hacia un espacio que no resulte desestructurante. Prescribir la emoción espontánea produce paradójicamente la inhibición de esta. Pensemos las veces que nos han fastidiado un chiste sólo con decirnos que era buenísimo y que nos reiríamos de lo lindo. A su vez, aceptando su emoción, el niño se siente entendido, aceptado y acompañado.
Consiste en buscar un espacio en casa donde pueda expresar sin tapujos la rabia que presenta, cada vez que la sienta. Juan me explicaba que siente la necesidad de gritar, pegar y romper cosas cuando tiene rabia. Ideamos en su habitación (así lo decidió él) un rincón donde tener un cojín para pegar puñetazos, papeles para romper y un micro de juguete que utilizaría para gritar bien fuerte. Le aconsejé que era mejor que cerrara la puerta para que tuviera intimidad y que pudiera expresarse sin inhibirse y molestar a los demás. Aceptó sin problemas. La ausencia de enjuiciamiento y el poder hablar de las emociones sin tapujos, favorece la comunicación con los niños.
Aprendiendo a gestionar su propia emoción
Al cabo de dos semanas vinieron María y Juan. Las cosas iban mejor. Juan casi no tenía que ir al rincón del enfado, porque su nivel de tensión emocional había disminuido considerablemente. La madre había favorecido tener momentos positivos con él. Momentos en los cuales pudieran disfrutar ambos de estar juntos. Habían visto una serie comiendo palomitas, pintado mandalas e ido de excursión el domingo. Hacía tiempo que no compartían momentos agradables. La dinámica negativa los había engullido desde hacía mucho tiempo. Como nos indica Valerie Mounier, experta en PNL, es importante implementar situaciones de la vida diaria donde se le preste una atención positiva al niño.
Juan sentía que su rabia se había reducido mucho. Su nivel basal de ansiedad era más bajo y eso hacía que no explotara. Además, sabía que tenía el recurso de vaciar su emoción, aceptaba lo que sentía y se sentía aceptado por su madre. Los momentos agradables con la madre habían sustituido a los de confrontación. Continuamos trabajando en la expresión emocional y en la elaboración del duelo ante la pérdida paterna. Mamá también necesitó un espacio para controlar sus emociones. Trabajando con técnicas estratégicas, sistémicas y de PNL promovemos cambios en el sistema familiar positivos y duraderos. Los niños no son más que una de las fichas de la unidad familiar. Si bien presentan muchas veces el síntoma que motiva la consulta el cambio debe producirse en todos los miembros. Como el engranaje de un reloj, donde el movimiento de una rueda produce el movimiento en el resto.
Libro recomendado: Valerie Mounier. PNL Terapia familiar para una vida en familia con más armonía (2020). Editorial Alas.