Intervención familiar: manual de instrucciones para padres

  • Autor de la entrada:
  • Categoría de la entrada:Entradas del blog

Cuando nos enfrentamos a la difícil tarea de ser padres, echamos de menos un manual de instrucciones que nos permita entender e ir solucionando los problemas que vayan surgiendo durante cada una de las etapas de nuestros hijos. Sin embargo, no existe ese libro que nos pueda aclarar paso a paso todas nuestras dudas. Entonces… ¿cómo reconocer que esa conducta que está manifestando podría llegar a ser un problema y cuándo forma parte de la normalidad? Y, si es problema de comportamiento que genera alto grado de malestar en casa¿qué podemos hacer para que no suceda? .

Buscando el porqué

Normalmente nuestro primer intento de soluciones es buscar concienzudamente por qué nuestro hijo se comporta así. Eso nos llevará un tiempo bastante largo, y probablemente no acabemos de tener clara cuál es la causa. Si a esto le añadimos la opinión de familiares, amigos y algún experto en la búsqueda de experiencias traumáticas, podemos perder un tiempo precioso, y seguir manteniendo el problema o, mejor dicho, empeorarlo.

Escalada de poder

Otra de las cosas que solemos hacer es entrar en conflicto directo con nuestro hijo, poniéndonos autoritarios y remarcándole con gritos y pérdida de control, quién tiene el poder. Y nos adentramos en una simetría donde nos posicionamos al mismo nivel y subimos en escalada, hasta que la situación explota, y perdemos los dos.

El castigo

También optamos a menudo por castigar quitándole un bien preciado. Sin embargo, esto no suele tener efecto, y si lo tiene, sólo es a muy a corto plazo. En esta sociedad consumista el hecho de que los niños tengan tanto en lo que elegir limita mucho que un cas­tigo material desencadene el efecto deseado.

Las reflexiones

Nos armamos de paciencia y en un momento de tranquilidad nos acercamos amistosamente decididos a que comprenda que aquello no se hace, que se ha equivocado, y que nosotros sabemos perfectamente que es lo correcto. Y damos vueltas y vueltas sobre lo que conviene que haga y lo que no, qué será bueno para su futuro y que no, y lo importante que rectifique. Sin embargo, debemos saber que cualquier reflexión repetida en el tiempo y que no ha generado resultados previamente, no los producirá en el futuro por mucho que insistamos, y que suele generar, paradójicamente, el deseo de rebelarse.

La solución funcional

Atendiéndonos a que las soluciones intentadas anteriores no nos dan el resultado adecuado, y que a pesar de estar funcionando de esta manera no conseguimos cambios en su conducta, nos debemos preguntar: ¿debemos seguir haciendo lo mismo, o quizá sería interesante buscar un ca­mino alternativo?.Para cambiar la conducta de nuestro hijo, es esencial cambiar primero la nuestra. Reflexionar sobre que intentos de solución

A partir de ahora nos centraremos no en por qué existe ese problema, sino en cómo funciona. Haremos un listado sobre qué soluciones hemos intentado que NO han funcionado, y así, a partir de aquí, bloquearlas y provocar un cambio en la dirección contraria.

La base de la solución se centra en el autocontrol del adulto, y no en el intento de control de la conducta de nuestro hijo.  El autocontrol implica no dar una respuesta emocional a su conducta desmesurada. Desencadena, por tanto, una consigna interna que consiste en “hacer activamente nada”. “Hacer nada” implica dejar de hacer todos aquellos intentos de solución que no funcionan, y eso, por sí mismo, provoca un cambio significativo en la relación y en la comunicación. Ante situaciones de mal comportamiento el hecho de no intervenir es exactamente la solución, ya que permite dejar de ali­mentar lo que suele mantener el proble­ma, que es la sobre atención. De hecho, la atención positiva (un halago) o negativa (un castigo, un sermón, un enfrentamiento) siempre es una respuesta del entorno que hace que el niño repita el comportamiento en situación similares.

Permitirle enfadarse, solo con el límite infranqueable de la agresión (verbal o física que bajo ningún concepto debe ser permitida) consigue que el poder pase de nuestro hijo a nosotros. Si continúa haciéndolo,  es porque permitimos que se enfade, y, por tanto, nosotros tenemos el mando, y, si deja de enfadarse, él elimina la conducta que distorsiona y, por tanto, nosotros también controlamos la situación. Al finalizar el enfado (que puede ser en forma de Ilanto, rabieta, etc.), nosotros no manifestaremos ninguna reacción negativa y actuaremos como si no hubiera pasado nada, actuando en relación a nuestra explicación inicial. Quizás, nuestro hijo acomodado en nuestra antigua reacción, intente por todos los medios que nos impliquemos como antes (enfa­do, sermones, castigos, etc.) ya que es lo que conoce y le da seguridad y empoderamiento, por lo que debemos estar atentos y demostrarle que no volveremos a actuar de forma inadecuada.  

En la mayoría de los casos, los comportamientos alterados se reducen enseguida (si nosotros somos constantes y no fluctuamos con antiguas soluciones) tanto en frecuencia como en intensidad, siendo ese el momento de mostrar nuestro agrado sutilmente ante comportamientos positivos (una sonrisa, una caricia, compartir un rato de juego…) empezando así, a relacionarnos con él o ella de una manera diferente. Todo ello mejora la comunicación y la relación, en consecuencia, se van a producir, como efecto dominó, otros cambios positivos que no teníamos previstos.  

Y esta estrategia terapéutica tan sencilla, como observar y no intervenir (o lo que es lo mismo, hacer activamente nada), se puede utilizar en multitud de situaciones, reduciendo la atención negativa que mantiene el problema y generando nuevas vías de comunicación y mejorando el vínculo entre padres e hijos.

Artículo publicado en @arabalears.com

RECOMENDACIÓN LECTURA: Ampudia, Marisol. Con la mejor intención. Cuentos para comprender lo que sienten los niños. Editorial Herder.

Licencia Creative Commons

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Deja una respuesta