No quiero (puedo) dormir solo!

Las dificultades en el sueño son comunes en la infancia, y es una demanda frecuente en las consultas de pediatría. Los padres suelen argumentar tres tupos de problemáticas asociadas: aquellos niños que no saben dormir solos, aquellos que se levantan frecuentemente por la noche y acuden a la cama de sus padres o aquellos que directamente duermen con papá y mamá, o bien con uno de ellos, trasladándose el otro progenitor a la cama del menor.

Eliminando los sentimientos de culpa

¿Cuantas veces hemos caído rotos de sueño en la cama de nuestros hijos y dormido con ellos cansados de acudir a sus llamadas y demandas? ¿o cuantas veces les hemos dejado sitio en nuestra cama para que se acurruquen a nuestro lado y podamos dormir todos de un tirón? Estas situaciones se pueden dar ocasionalmente en la parentalidad y no por ello estamos generando un problema grave. Pero cuando el niño manifiesta un claro temor a quedarse en su cama o evita reiteradamente la situación, demanda nuestra presencia o desencadena una crisis de llanto ante la cercanía de la noche, es el momento de actuar.

Las soluciones intentadas disfuncionales

Los miedos son evolutivos y se superan enfrentándolos. Aprender a dormir solo fortalece emocionalmente y prepara al niño para la autonomía. Simbólicamente nos comunica que es capaz de separase de nosotros y ser independiente. Sin embargo, a veces, los niños tienen verdaderos problemas para llevar a cabo esta acción y nosotros, como padres, no sabemos manejarlo. La emoción de base que les embarga es el miedo y no pueden superarlo. Existen actitudes propias de los niños o de los adultos que, además, mantienen y empeoran los miedos y convierten la dificultad del sueño en un verdadero problema.

¿Qué soluciones intentadas con muy buena intención realizan los niños para solventar el miedo a dormir solos? Evitar la situación que les genera malestar y depender de terceros.  Por ejemplo, intentan, por todos los medios no quedarse en su habitación a solas, exigen a papá y mamá que se queden hasta que se duerman, o eternizan todo lo posible el cuento de la noche. Esa evitación y dependencia de terceros, que reduce el malestar inicial, no solo hace que el desajuste se mantenga, sino que empeora. Es decir, el niño, cada vez, va a tener más miedo, y eso, va a producir, paradójicamente, que evite más la situación y dependa cada vez más de sus padres.

Las soluciones funcionales para la superación del miedo

Dos son las acciones que se deben llevar a cabo para superar el miedo a dormir solo. La primera consiste en “evitar evitar”, es decir el niño debe aprender a dormir en su cama. Ello le permitirá tener una experiencia emocional correctiva y, darse cuenta, que el miedo enfrentado se convierte en valentía, y que el malestar desaparece. Paralelamente, debemos favorecer la independencia de los padres. Ambos actos se deben dar de forma paulatina y progresiva, cuidando su estado emocional y evitando la aparición de signos de angustia que puedan desencadenar pérdida de control.

El contraritual a la hora de ir a dormir

El contraritual a la hora de ir a dormir consistirá en acompañar a nuestro hijo a la cama y contarle el cuento que acostumbramos. Una vez finalizado deberemos desapegarnos un poquito en relación con la situación que hemos vivido hasta ese momento. Es decir, si lo abrazábamos hasta que se durmiera, nos quedaremos en el borde de la cama sin contacto físico. Si nos sentábamos en la cama, nos sentaremos en una butaca, un poquito más lejos. Si ya estábamos distanciados en su habitación, nos ausentaremos 3 minutos cada vez y volveremos a confirmarle que estamos aquí, hasta que coja el sueño y se duerma. A la semana siguiente 5 minutos, a la siguiente 7, hasta que a la segunda vez que vamos el niño ya duerme tranquilamente. La separación debe ser paulatina y progresiva, cambiando semanalmente nuestra posición y alejándonos un poquito más.

El niño a su vez, cuando esté en la cama deberá hacer algo contrario al hecho de dormirse para no general un bloqueo y favorecer que el sueño llegue solo. La lectura es una buena opción. Si aparece malestar o angustia se le instará a que en ese momento escriba o dibuje lo que le sucede, con el fin de que lo exprese hacia afuera y vacíe la emoción desagradable. Ello actúa como un distractor del síntoma y permite regular fácilmente el malestar. Si el malestar desaparece volverá a leer hasta que el sueño le invada y se duerma.

Progresivamente el niño irá adquiriendo seguridad al experimentar que pueda quedarse solo en la habitación y dormirse sin dificultad. Ello favorecerá un sueño reparador y se disminuirán significativamente los despertares nocturnos, que, si se dieran, volveríamos a aplicar el contraritual ausentándonos en breves periodos de tiempo hasta que volviera a quedarse dormido.

Y buenas noches.

Helena Alvarado es psicóloga sanitaria en el instituto Balear de Pediatría.

Publicado en @criatures del @diariarabalears en junio de 2021.

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