¿TIENE MI HIJO TDAH?

TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON/SIN HIPERACTIVIDAD

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5 (American Psychiatric Association 2014) define el TDAH como un trastorno del neurodesarrollo, el cual presenta un patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que interfiere negativamente en el funcionamiento o desarrollo de la persona en el campo social, académico o profesional. Weyandt y DuPaul (2013) comentan que éste es el tercer desorden mental a nivel mundial, detrás de la depresión y de la ansiedad, afectando a un 3,4% de la población, aunque otros estudios hablan de prevalencias mayores, entre un 4 y un 7% (Belanger, Gray y Korczak 2018). El TDAH está asociado con problemas en la infancia y adolescencia, principalmente de tipo académico-escolar, pero también de otros tipos (dificultades en las relaciones, conductas de riesgo…). En la vida adulta, puede crear dificultades relacionadas con la impulsividad y la falta de control de la conducta, así como otros desórdenes de esta.

Los principales síntomas del TDAH son la falta de atención y la hiperactividad – impulsividad. Los niños y niñas con TDAH deben presentar frecuentemente dificultades en la atención selectiva, que es la capacidad de prestar atención a una fuente de información frente a otras, y también tienen problemas para sostener esta atención en el tiempo, llegando pronto a una fatiga atencional y a un malestar significativo cuando tienen que hacer un esfuerzo mental sostenido. Si son hiperactivos,  les cuesta controlar los movimientos, ya que tienen la necesidad de estar haciendo algo continuamente, es decir y les resulta muy difícil estar parados. Al mismo tiempo suelen ser impulsivos, sin demasiado control sobre sus conductas y decisiones. Según el DSM-5, el trastorno puede presentarse en tres formas: el predominantemente desatento, el predominantemente hiperactivo-impulsivo y el combinado o mixto. La última forma se presenta de forma más insidiosa y compleja, debido a la presencia de los problemas atencionales junto a los hiperactivos-impulsivos. Según Weyandt y DuPaul (2013), las personas que presentan este subtipo muestran mayor problemática externalizado (agresividad, problemas con los padres, con los profesores) que los otros dos. En el caso del desatento, sus principales problemas están relacionados con el aprendizaje o con las problemáticas internalizados (ansiedad o depresión).

El TDAH presenta una alta comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos y del neurodesarrollo. Este hecho complica la evolución del cuadro, así como el tratamiento, porque a menudo requiere una combinación.

Los niños con déficit de atención suelen pasar desapercibidos hasta que las exigencias académicas no superen la capacidad del individuo. Normalmente, estos niños suelen ser tachados de niños perezosos y con baja voluntad de estudio, confundiéndose la dificultad para concentrarse con un tema de falta de motivación. Suelen ser niños que están atentos a todo pero que les cuesta enfocarse en una actividad concreta, tienen muchas dificultades para iniciarse en el estudio posponiendo al máximo ese momento, tienen problemas para planificar actividades, son lentos en ejecución, tienen dificultades de organizarse, parece que no escuchen cuando se les habla y se distraen con mucha facilidad, tanto por estímulos exteriores como por sus propios pensamientos.

Por otro lado, para que un niño presente riesgo alto de hiperactividad debería presentar de forma reiterada movimiento continuado en lugares donde no es aconsejable, dificultades para jugar tranquilamente, hablar en exceso, actuar como si tuviera un motor, ser impulsivo en la respuesta, tener dificultad para guardar su turno o mostrar tendencia a interrumpir a los demás. La hiperactividad suele hacerse muy patente en la infancia, reduciéndose en la etapa adolescente y emergiendo entonces, de manera significativa, las dificultades atencionales.

Tener un niño muy movido o distraído no es suficiente síntoma como para estar seguros de que nuestro hijo presenta indicadores de riesgo significativos de TDAH. Las características propias deberían presentarse de forma frecuente e interferir en la vida del menor y en su adaptación contextual. Cualquiera de nosotros presenta en algún momento estos rasgos, pero la frecuencia y la intensidad de estos son lo que determinan la presencia o ausencia del cuadro.

Si finalmente sospechamos de la posibilidad de un TDAH, es necesario consultar a un profesional ya que la detección e intervención precoz permitirá preservar su estado emocional y reducir las consecuencias que desencadena presentar un cuadro de este tipo sin el tratamiento que necesita. La intervención que necesita un niño o adolescente con TDAH dependerá del tipo, de su capacidad de compensación y del contexto en el que está inmerso. Cuanto más multimodal y precoz sea el trabajo que ponemos en marcha (pedagógico, competencias personales y sociales, escolar y familiar) mejor pronóstico obtendremos. SI trabajamos pronto y todos juntos (profesorado, padres y profesionales externos) el camino será más corto y con menos obstáculos para nuestro hijo, como ocurre en el resto de los trastornos del neurodesarrollo (dislexia, trastornos del lenguaje, discalculia, autismo, dispraxia).

¿Aprendemos, pues, a mirar?

Deja una respuesta